El agua es el 85 por ciento de la sangre, el 75 por ciento del cerebro, el 70 por ciento de los músculos y hasta el 22 por ciento de la osamenta.
Nuestra vida comenzó en una cuna acuosa de líquido amniótico y por nuestra garganta pasa cada año una cantidad igual a cinco veces nuestro peso en agua.
Es un nutriente indispensable, al punto de que se puede sobrevivir un mes sin comer, pero apenas se toleran unos pocos días sin beber de esta fuente de vida.
¿Cuál es la razón?
Escurridiza como es, el agua, participa en casi todos los procesos que tienen lugar en el organismo. Actúa como solvente, lubricante, refrescante y agente de transporte.
Es necesaria tanto para evitar la fricción entre los distintos órganos, deshacerse de las toxinas, llevar los nutrientes a destino o regular la temperatura del cuerpo a través de la transpiración. Es el medio propicio donde se realizan las reacciones químicas celulares.
Es necesaria tanto para evitar la fricción entre los distintos órganos, deshacerse de las toxinas, llevar los nutrientes a destino o regular la temperatura del cuerpo a través de la transpiración. Es el medio propicio donde se realizan las reacciones químicas celulares.
La dosis necesaria para un adulto es de por lo menos dos litros de agua diarios, que puede estar disuelta en líquidos o sólidos. Otro tanto elimina el organismo a través de la orina, la respiración, la transpiración y la evacuación intestinal.
Tratándose del agua, nunca es malo beber de más, ya que cada vez que se lo hace se está haciendo un brindis por la salud. Pero no toda la humanidad puede elevar su copa porque en algunos casos la tiene vacía o su contenido está contaminado.
“En la actualidad, más de 1000 millones de personas, una quinta parte de la población mundial, carecen de acceso al suministro adecuado de agua potable para consumo doméstico”, indica un informe de las Organización Mundial de la Salud, que ubica la cantidad mínima para saciar las necesidades básicas en 50 litros por persona por día, repartidas entre el baño, la preparación de alimentos, el saneamiento y el agua para beber.
Las ventajas de contar con este recurso son numerosas, porque acceder a agua segura aleja enfermedades.
Ya Hipócrates estableció que “el primer deber de un médico es conocer la naturaleza de las aguas. Las poblaciones que la obtienen de fuentes puras no son azotadas por las epidemias”.
Ya Hipócrates estableció que “el primer deber de un médico es conocer la naturaleza de las aguas. Las poblaciones que la obtienen de fuentes puras no son azotadas por las epidemias”.
Lamentablemente, las estadísticas siguen siendo preocupantes hasta el día de hoy. De una veintena de infecciones relacionadas con el agua se generan alrededor de 5.500.000 muertes al año en el planeta.
La humanidad tiene un desafío por delante y no es pasado por alto en las recomendaciones de la OMS. “Todos los miembros de la comunidad deberían estar implicados en las decisiones que se refieran a la gestión, y distribución de agua dulce, y a la recogida y eliminación de aguas residuales. El principal problema de salud sigue siendo el control de las bacterias, virus y parásitos transmitidos por el agua, especialmente en países en desarrollo, pero también hay que prevenir o reducir al mínimo la contaminación del agua por metales pesados y sustancias químicas orgánicas”.
Un reto como pocos, por cierto.
Un reto como pocos, por cierto.
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